El hecho poético es
un misterio que canta sobre la piel del silencio de la palabra, hecha
multivoces de himnos homéricos de perspectivas mustias, de entusiasmos
coléricos y alegrías luteranas. Se debe de celebrar la
construcción de un castillo que no será profanado por mano alguna. Es en este
ámbito donde se centra asertivamente la esencia poética de esta barda de noches
sin lunas y caminos sin redes. Al sumergirnos en su mundo este paradigmático,
nos permite adentrarnos a un lugar patológico donde su voz es el refugio de las
tunas que desgarran el sentimiento dolido a flor de áridos conceptos, es una
propuesta que nos engalana con canticos a los seres imaginarios, ese mundo de
dioses y demonios que componen las partituras dominantes de sus embrujos, en
este manuscrito de alta voz se puede evidenciar un alto grado de espíritu
caminante apocalíptico, es un vendaval de mustia praxis, cuántos son sus sueños
que hoy por hoy deslumbraran a un sin número de generadores y no generadores de
lo creativo, en sus poemas se puede evidenciar una recreación de aires de
refrigerios, un estilo cabal para una mente tan joven y brillante que promete
en un futuro ser una promesa más para este suelo lleno de resolanas y espirales
remolinos. Que sea esto un preámbulo a priori al estímulo del hecho creador que
esta misma guarda en cada latido liberado de su indócil e indomable rio de
letras.
Por eso ella nos
dice:
Escudriña en lo
lejano para llegar a la
metamorfosis del
espacio
atestado de libros y
calles que esperan
por las
prolongaciones de un sueño
donde los arboles
corren y se fugan por la ventana
espíritus que se
reinventan
en el éxtasis de la
imaginación.
Es un adagio de resonancias un el sutil
pórtico, que nos permite recorres sobre epítetos verdes de la naturaleza
caroreña nos expresa:
Dentro
del templo cayeron hojas
Dejando
atrás el rostro inédito de las flores
al
día.
Es el hechizo
nostálgico de su palabra recogida y forjada por una morada de bajareque, donde
despierte el súbito descanso de su regazo mortal. Se espera que de ella que sus
poderes creativos de conjuros conquisten la atalaya encendida que la misma
posee a sus adentros.
Una puerta abierta
esperando la pedrada
de tiempo
acumulo horas de
cariño vencidos
y de vez en cuando
tomo café para anestesiar
las malas palabras.
Cuando el amor es distancia infinita a la luz, tendremos que recurrir velozmente a este
relicario de exotérica presunción inmortal, que nos golpee, a tener un escape
vital a sus vertientes de fuego negro voraz, colmado con su mustio oficio
idílico, de cenizas blancuzcas y polvo punzo penetrante de sus vuelos en
desvelos.